martes, 8 de enero de 2013

PRESENTACIÒN DEL LIBRO: LUNA DE OROZEN embriagada_mente femenina, Rogelio Treviño


Compiladora: Mariàngel Gasca Posadas




Presentación
ROGELIO TREVIÑO O LA POESIA INUBICABLE


   ¿En qué lugar exacto puede ser ubicada la propuesta del poeta norteño, hallado muerto de frío (según la escueta noticia de prensa por la que me enteré de su óbito) en un sitio para tal vez metafóricamente inubicable?

   En virtud de una especie de hermenéutica existencial me resulta difícil, mejor dicho, imposible, separar la escasa figura carnal de Rogelio Treviño del conjunto de sus versos. Nos vimos por primera vez hace no pocos años, allá en su tierra; luego, en algunas ocasiones aisladas, hasta el postrer encuentro en casa de una amiga común, Cristina de la Concha. Treviño había preparado una selección de poemas de Cristina, que se publicó casi enseguida.

   ¿Y qué con los versos de este poeta entero, de fuerte sutileza, de asombrada visión de lo mínimo, de insólita percepción del otro lado posible de todas las cosas? La aceptación de su obra entre críticos y poetas y lectores de acentuada sensibilidad se contradecía con el vasto desinterés (nada nuevo en la historia de nuestras letras) afincado en ciertas zonas de la política cultural norteña y aun nacional.  

   Se ha comentado su marcada tendencia metafísica y su encendida capacidad creativa que, a mi juicio, apuntaban a una captación casi desesperada de los más amplios espacios de lo cósmico y lo cotidiano. Trataré en otro momento de procurar una mayor aproximación a la propuesta versal de Treviño, que ahora con esta edición tendrá chance de crecer en la atención de un público general. Que las musas nos asistan. 

                                                        Saúl Ibargoyen,  diciembre 2012

Eduardo Langagne, Mariángel Gasca Posadas, Aída Monteón, América Zapata

Las aguas robadas
Por Eduardo Langagne
                            
Desde muy joven sentí, pensé y escribí que la poesía no se crea ni se destruye, sólo se transforma. Creo en la poesía que se expresa en los más diversos escondrijos del planeta y también en la que aún no ha terminado de trazar las rutas o abrir sus veredas. Creo sin dudarlo en la poesía a la que han intentado cerrarle los caminos, vías que la poesía siempre abrirá, sin pausa pero sin prisa, como dicen las bocas populares. La poesía está también en los silencios, como la música, y está presente en las tres heridas que cantó Miguel Hernández, la del amor, la de la muerte, la de la vida.

Rogelio Treviño es un poeta en toda la extensión de la palabra, y como tantos otros poetas que dan vida a las palabras y la heredan a las generaciones venideras, todavía no ha sido leído con la serenidad y calma que se atreve a contrapuntear sus momentos vertiginosos. Poeta de todos los ánimos, de los cuatro puntos cardinales, de los elementos primigenios, de las cosas hondas, Treviño propuso ‒propone‒ con su poesía aventuras para su gente cercana, para los poetas de su entorno geográfico, y abre círculos concéntricos para alcanzar nuevos espacios con una permanente intensidad vital. Treviño consigue serenar su vocación de ira y el hombre reflexiona en temas que las tecnologías creen olvidados: los chamanes de la tierra seca de los desiertos, los brujos de las profundidades de los ríos de agua caudalosa, él sabe que “Para ir de lo oscuro a lo claro la muerte nos prepara”.

La poesía requiere de una lectura cuidadosa para alcanzar su profundidad. Hay profundidades que son tan hondas como los conflictos del alma humana; la poesía, lo escribió Fabio Morábito, siempre es inédita. Treviño es también un poeta de la ternura, aunque no la exponga a la primera vista del lector apresurado. Un poeta de la ternura que el lector atento habrá de percibir, ternura necesaria en épocas confusas, imaginería permanente, reflexión y canto. Rogelio Treviño es un poeta que sabe decir: Todo reposa cuando se esparce el canto y nos abre paso a su reflexión:Calla y reposa: aquí se acaba el canto y sin regodearse en el juego de palabras, dando mayor fuerza a los sentidos, también apunta:Calla y reposa: aquí se apaga el canto.

En esta edición póstuma Rogelio Treviño, nos da una nueva oportunidad de leer el canto de una voz enigmática con la resplandeciente claridad del misterio. Sin prisa, con la serenidad que no siempre vibraba en las entrañas del poeta, con la profundidad que su poesía exige, lo leeremos nosotros.



Eduardo Langagne, Mariángel Gasca Posadas, José Iván Martínez Negrete, Aída Monteón, América Zapata




AGUA   PETRIFICADA
Pilzintli
(Pseudónimo)

Poemario de Rogelio Treviño, que concursó en el Premio Nacional de poesía, “Lázara Meldiú”,  Papantla, Ver., 2010.
La obra inédita que tituló Treviño,  “Agua Petrificada”, forma la primera parte de La Virgen en el Laberinto, integrada por más de veinte poemas, sin embargo al premio sólo envió siete, mismos que hizo llegar a mi correo y son los que en este libro se publican.  La selección previa para remitirla a Papantla, la hizo él junto con la poeta  Reneé Acosta.

Esperemos que pronto salga a la luz su extensa obra poética dispersa entre amigos, alumnos y artistas  que le ayudaron a sobrevivir. Ojalá y no la publiquen como propia.
                                   
                                                           Mariàngel Gasca Posadas
                                                       Agua Dulce, Veracruz, diciembre, 2012



AGUA PETRIFICADA


Constelada en la noria

Cincelada en la zona de las lágrimas

Multiplicada por los caballos

 de azogue

 bajo el manto de las lámparas

En la morada múltiple del ángel

Más allá del velo de las brumas

 hay una flor de agua

 visible sólo al grito de una boca

 callada




 Preámbulo

Canto visible para los que no duermen

   Epistolario una serie de poemas de reciente creación (2010) de Rogelio Treviño hasta hoy inéditos, a propósito de un diálogo amoroso que transforma el acto cotidiano y monótono en un emplazamiento que suple la ausencia física de los cuerpos. Desprovisto de todo intelectualismo Treviño nos deja ver —libre de artificios— un mundo enriquecido y a la vez vacío, un fasto literario ajeno a cualquier forzadura del lenguaje, un desplazarse a través de la palabra, la palabra como principio amoroso, palabra que es caricia: eje fundamental del poema que fluctúa, entre abatido y esperanzado bajo el ineludible deseo de la unión. 

   La idea de la paz, como lo es en el contexto de las naciones no es la misma, y sin embargo, lo es, para el poeta que, alzándose como un espectro en medio de las masas, acompañado sólo con su voz, difumina las fisuras existenciales, como acaso se hace  en el orden angélico, y con ella  —su voz sola— arriba a su emancipación de la sociedad sobre la que, paradójicamente vierte su discurso. Rogelio Treviño intentó iluminar  al mundo con  su voz ( su paz lograda), cambiar el curso de los hechos y por ende su realidad, “ya ando sobre el camino directo” dijo, vestido con sus viejos ropajes brincando muy lejos de una falsa claridad, lo cual significa lejos de una cultura mercantilista porque él mismo poseía una enorme e impenetrable superficie llamada humanidad,  según se trasluce en lo que fue su apuesta en la vida: me refiero a la veta espiritual, aspecto crucial, como lo es, para todo aquel que se atreve a transitar por los laberintos del arte y lo sagrado y que “sólo son visibles para los que no duermen”. Acaso porque buscaba otras formas de expresión, otros caminos de retorno a la luz,  Rogelio Treviño nunca durmió, como el Angelus Novus de Klee miró hacia el pasado y quedó aterrado al darse cuenta de lo que le deparaba el futuro.

   Ahora Rogelio Treviño calla y reposa, descansa en la orilla ambigua el maniquí liberado, descansa en el Enigma, calla y reposa y no se acaba su canto.

                                                                            Aída Monteón
                                                                                                   Diciembre 2012



Todo tiene su momento, y cada cosa su tiempo bajo el cielo.
                                      Eclesiastés


                                                     ROGELIO TREVIÑO

Rogelio Treviño nació en la ciudad de Chihuahua, el 30 de abril de 1953, muere el 8 de enero de 2012. Entre su obra poética cuenta con las siguientes publicaciones: Lámpara de piedra, Líneas para Sofía, UAM, Viajero inmóvil, UAZ, Luz de ámbar, Samalayuca, La ventana en el árbol, Ceugant: el caballero que se venció a sí mismo, La dama botella, Cíbola y Rapsodia para una dama de ladrillos. Premio Chihuahua 1991 por su obra Septentrión; Canciones para Laksmi, mención honorífica en el Premio Binacional EU-México, Pellicer-Frost, 1997, edición bilingüe editorial Ponciano Arriaga, 1998; Novela: La mujer que no fui, Premio Chihuahua, 1993.

Su obra poética de 20 años reunida en la obra Lámpara en el Granero, que incluye trece libros individuales, resaltan la unicidad de su voz, la intensidad sostenida en el tono, la multiplicidad de recursos mediante los que su poética se expresa y la profunda agudeza con la que materializa su visión del mundo.
                                                                                              
Entre sus obras de cuento y novela destacan: Hombre de un solo lado, El amor sólo cambia de rostro (antología de cuentos), Pie sombra y la novela La mujer que no fui.

Dentro de la Jornada de Creadores del Programa de Estímulos a la Creación y al Desarrollo Artísticos David Alfaro Siqueiros 2011, se hace acreedor a la Medalla al Creador Emérito, en reconocimiento a su destacada obra literaria a lo largo de 40 años.

      

                                           

Foto del autor: D.R. © Marìa Josè Tena Gasca
Ilustraciòn del libro: D.R. ©  Josè Ivan Martìnez Negrete